Virginia Mórtola

Fotografía: Federeico Ruiz Santesteban
Fotografía: Federico Ruiz Santesteban

Presentación curricular



Psicoanalista. Escritora. Magíster en Libros y Literatura infantil y juvenil (LIJ) por la Universidad Autónoma de Barcelona. Creadora y responsable de Túquiti . Portal de literatura infantil y juvenil. Es docente de Literatura Infantil en la Universidad Católica de Uruguay, colaboradora en No Toquen Nada,Emisora del Sol;en Intervalo,el espacio cultural de Escaramuza , y ocasionalmente en la diaria y Gigantes . Coordina talleres de expresión escrita para niñas y niños, y de LIJ para adultos. Bosque de historias es su taller anual en Espacio Hiedra . Ha publicado los libros, La ventana de papel (Fin de Siglo, 2018), Cuentos de disparate y terror (Fin de Siglo, 2019), ¡Sim sala bim! Tres palabras mágicas (Criatura, 2019), Estrafalarius. Postales de una vida (Alfaguara, 2021), Jardín ambulante (Criatura, 2021) y Ema y las abejas (Syncreticpress, 2022).

Sobre mí


Me llamo Virginia, así me nombraron cuando nací, porque ese era el nombre que tenían que llevar todas las primeras niñas nacidas desde la abuela de mi madre.

Hace algunos años vivo en El Pinar, Uruguay. Tengo una hija que se llama Luciana y un jardín muy precioso con árboles frutales. Las plantas son muy importantes para mí. También las palabras, las preguntas, la música, inventar historias, caminar, hacer chistes malos y salir con mi valija roja llena de libros para compartir.

El cariño por las palabras lo despertó mi abuelo Pocholo -que se llamaba Washington- y parecía un galán de películas de cowboys , pero bajito. Era obrero de la construcción, fumaba a escondidas de mi abuela y le encantaba inventar chistes. Su estilo consistía en tensar el lenguaje, combinar palabras hasta sacarles chispas y a mí, carcajadas. Mi abuelo conoció a mi abuela Ludevina en el Tren Fantasma. Ella se hacía llamar Luzdivina, porque quería tener algo de Dios en el nombre. Era bizca. Detrás de los lentes gruesos y verdes, sus ojos parecían dos bolas flotando en un frasco de laboratorio. La cosa es que entraron por el túnel oscuro, pasaron junto a una calavera que se balanceaba, los sorprendió una bruja riéndose, Drácula salió de un ataúd y, en ese momento, una telaraña rozó el hombro de mi abuela. Ella gritó fuerte, se prendió a mi abuelo como una garrapata y se quedaron juntos para siempre. Todas las historias de mi familia coquetean con la ficción.

Me mudé trece veces en mis primeros dieciséis años, por eso fui a cinco escuelas y a tres liceos. Y era muy tímida. En mis casas de la infancia no había libros. Los primeros ejemplares que leí los encontré abandonados por anteriores inquilinos, en las casas a las que nos mudamos. Los libros eran balsas, bálsamos. Así descubrí a Quiroga y a Freud.

Cuando terminé el liceo me costó elegir. Empecé Ciencias de la Comunicación y luego de un año dejé. Entré en Magisterio y a los seis meses dejé. Me anoté en la Licenciatura en Letras y a la mitad de la carrera dejé. Me sentía una abandonadora. Decidí estudiar Psicología y esta vez sí: me recibí. Apenas salí de la facultad me formé como Terapeuta Infantil. Pero mi búsqueda no cesaba, quería hacer algo relacionado con la expresión y la creatividad, entonces estudié en el Taller Malvín y me recibí de Tallerista de Expresión Plástica. Ahí supe que quería armar un Taller de Expresión Escrita, porque mi material favorito eran las palabras. Cuando descubrí que existía un Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil en la Universidad Autónoma de Barcelona, mi cuerpo entero supo que debía inscribirme. Fue en ese preciso momento que se encontraron todas mis búsquedas: la comunicación, los niños, la educación, la creatividad, el psicoanálisis, la literatura y los libros. Y a todas estas áreas dedico mis días. Doy clases de Literatura infantil en la formación en Educación Inicial de la Universidad Católica de Montevideo, voy a la radio como columnista en el programa No Toquen Nada , de Emisora del Sol; escribo sobre libros en diferentes medios. Coordino talleres de expresión escrita para niñas y niños, y de LIJ para adultos. Bosque de historias , es el nombre del taller anual de expresión escrita para niños y niñas en Espacio Hiedra.

Estoy convencida de que las palabras, los cuentos y las historias son tan necesarios como el desayuno. Por eso creé este Portal.


Autorretrato


Me paso los días saltando en las agujas del tiempo
equilibrista
mientras de pronto, en el jardín, florece el manzano
y riego con gotas de pausa.

Alimento mis antojos de quietud sobre la arena
donde olas espumosas susurran islas,
naufragios, anémonas, tiburones, sirenas, tesoros.

Tan optimista, tan vaso lleno que se desborda,
riego la punta de mis zapatos
con lluvia de lágrimas
y espero que nazca una plantita,
que suba más allá de las nubes
como si hubiese nacido de una habichuela mágica.

Me descalzo,
escalo por el tronco grumoso,
apoyo la punta de los dedos,
me impulso hasta la copa.

Al principio el sol encandila,
luego
veo todas las casas del mundo
ferias, semáforos, recreos, guerras, bosques
las personas son inquietas mojarritas en la corriente de las calles.

A veces, soy mojarrita,
por eso me encantan las gotas de rocío
en el momento justo en que van a caer de la hoja,
la despedida,
el beso que se estira en un deseo de para siempre.

¿Para siempre?

Guardo preguntas en todos los bolsillos,
en las manos, el estómago, la planta de los pies

Y otra vez:
las agujas
el manzano
el vaso que se desborda
la plantita
las nubes
mojarritas
bolsillos llenos de preguntas

Libros

Ema y las abejas (Syncreticpress, 2022).



Podría contarles sobre el día en que me caí por una alcantarilla y conocí un mundo subterráneo. O que el otoño pasado salvé a siete leñadores que tropezaron sobre matorrales de ortiga. O hablarles de la vez que adopté una familia de murciélagos.
Pero no.


Los ojos de Ema son iguales a la pulpa del kiwi. Con ellos mira todas las cosas del mundo como si fuera a tragarlas. Esa tarde, justo cuando su abuela empezó a roncar, persiguió una gran nube de humo hasta la casa del vecino y supo mucho más de apicultores y abejas que de astronautas, jíbaros, osos y extraterrestres.

Podría contarles mucho más sobre lo que encontrarán en este libro, que además tiene una sección informativa sobre la vida de las abejas. Pero no.
Será más emocionante abrirlo.

Jardín ambulante (Criatura, 2021)



Jazmín abrió la caja muy rápido y vio que en la tapa decía: Mi Herbario. Volvió a leer: Mi Herbario. No podía creerlo. Leyó otra vez: Mi Herbario. ¡Por fin tenía su propio diario de investigadora de la naturaleza! (…) Quizá ustedes se emocionan cuando les regalan golosinas, o quién sabe: lo que emociona es un misterio. Para Jazmín, que admiraba a su tío desde que le mostró las estrellas escondidas en un pompón de diente de león (…); ese, ese, era el mejor regalo del mundo.

A Jazmín le encanta ir a la casa de su tío Florencio, donde tiene su propia guarida para la investigación de la naturaleza. Juntos recolectan y clasifican hojas y flores y cuentan historias, algunas incluso que no son para niños. Cerca de la cabaña vive Romeo, un amigo de Jazmín, y su abuelo Jorge. Con Riosa completan el grupo de exploradores que van tejiendo sus historias de amistad con las historias de la tierra.
Este libro, además de contar una historia, quiere ser una invitación a crear un herbario y salir a explorar la naturaleza.

Estrafalarius. Postales de una vida (Alfaguara, 2021)



Estrafalarius afirmó el arco, observó con alegría el recorrido de una hojita y empezó a tocar. En su melodía sonaban preguntas: ¿Tienen siete vidas los gatos? ¿Son igual de largas? ¿Importa cuánto duran? ¿Forman parte de la misma? ¿Y las estrellas? ¿Y las libélulas? ¿Cuántas vidas tiene un ser humano? ¿Cuántas páginas dura una vida? ¿Dónde quedan los recuerdos? ¿Y lo que no se cuenta?



Estrafalarius nació con un violín al hombro. Tiene piernas extra largas y una galera que también es su casa. Recorre todos los caminos del mundo junto a Fasol, un gatito negro que vive en el bolsillo derecho de su saco. En el izquierdo guarda los recuerdos favoritos: una exclamación en portugués, un reloj descascarado, una bolita, una ciruela, varios tornillos, un trompo azul, la sonrisa de una viejita en bicicleta, pelusas de diferentes rincones del mundo.
¿Cuántos recuerdos entran en un bolsillo? ¿Cabe una vida en un libro?

¡Sim sala bim! Tres palabras mágicas (Criatura, 2019)



Valentina tiene más pelo que un caniche. Su madre le regaló peines con dientes enormes para que no se queje tanto. Pero los nudos son como madejas de lana anaranjada y ella siempre grita cuando intentan desenredarlos. Es campeona mundial en tirar vasos arriba de todas las mesas de todas las casas.

Valentina espera ansiosa que llegue cada diciembre para ir a La Floresta y encontrarse con Ana y con Carmela, sus mejores amigas del verano. Desde hace un tiempo las tres se hacen muchas preguntas sobre una casa del balneario, donde crecen enredaderas y bichos, las ventanas siempre están cerradas y las palomas revolotean como murciélagos. ¿Por qué habrá tantas palomas? ¿Qué habrá en el fondo? ¿La vieja y el viejo comerán palomas? ¿Serán una bruja y un hechicero? ¿Existirán las brujas y los hechiceros? Armadas con una bombita de agua, las amigas se acercan a la casa de las palomas. ¿Será este el verano en el que descubran el misterio de sus habitantes?
En esta historia la ilusión está presente en todos sus sentidos.

Si digo Sim sala bim
no sabés que es lo que ves
la ilusión o su revés
un cerebro o una nuez

Cuentos de disparate y terror (Fin de Siglo, 2019)



Lucrecia tiene el pelo naranja, rulos saltarines y pecas en la nariz parecidas a las manchas del san antonio. Paty, su maestra, dice que es muy inquieta, pero es una niña investigadora y curiosa. Le encanta silbar y hacer todo tipo de experimentos. Un día, su madre la rezongó porque hizo pichí en un frasco y salpicó a Mordiscos, su gato. Lucrecia no quería hacer una chanchada -así dijo su madre-, sino pasarle su ADN a Mordiscos para que empezara a hablar. Ese experimento no funcionó, pero ella nunca se da por vencida. Por ahora, se comunica con Mordiscos a través de señas que solo ella y Tito, su mejor amigo, entienden. Tito es fanático de todos los animales, de los que existen, existieron y existirán. En su cuarto tiene una colección de dinosaurios y varios libros sobre fauna. Sus pestañas son largas como la de los camellos, dice que funcionan como cortinas para protegerlo de las tormentas de arena; aunque por ahora no se encontró con ninguna. Desde que se le cayó la paleta no para de meter y sacar la lengua por el agujero como una víbora impaciente que se asoma a ver si vienen visitas. Siempre lleva sus binoculares colgados al cuello y la cámara de fotos en algún bolsillo.

Tito y Lucrecia, desde su base de investigación de adultos, descubren un moño que tiene vida y quiere atacarlos. Mateo no puede parar de lanzar burbujas cada vez que bosteza. A Juli la asaltan pesadillas una noche en que debe quedarse en casa de su abuela Regina. El Amaestrador de Aves y el Hombre de Traje construyeron una máquina que hace nubes y obligan a los pájaros a trasladarlas. Morena se enfrenta a las terribles transformaciones del chancho Cuchicuhi en un salvaje jabalí. Felipe teme que su madre le cinche el pelo, como si fueran las riendas de un caballo desbocado, para liberarlo de los piojos. La tía Chica le regala un muñeco siniestro a Lucrecia en su cumpleaños.
Estas historias son como pompas que salen de un mismo burbujero. Se conectan y conforman un universo común, que además de terror y disparate tiene absurdo, amor, amistad, ternura y secretos.

La ventana de papel (Fin de Siglo, 2018)



Entre suspiros Tati saboreó las frutillas bajo el eucaliptus; se preparaba para una tarde aburridísima. Dibujaba en la arena con el dedo cuando escuchó una tos a sus espaldas que le hizo girar la cabeza. Un viejito de musculosa, con algunos pelos blancos y grandes orejas, apareció en el banco del galpón. Debe ser el padre de Lidia , pensó Tati. El viejito sacó un papel del bolsillo y lo dobló en silencio. Tati observó sus manos grandes y grumosas doblar el papel con agilidad. Luego de varios pliegues apoyó un pájaro de origami en la punta del banco. A Tati le encantó. Se sacudió la arena del short y fue hacia él.

Si abrís este libro como si fuera una ventana, y saltás hacia el otro lado, como hizo Tati cuando conoció a José y su mundo de figuras de papel, serás parte de una aventura llena de personajes entrañables, magia y ternura. Porque del otro lado cada cosa se transforma, incluyéndote a vos. Una grulla se volverá una viejita que adora andar en bicicleta, un hombrecito le dará vida a lo que se te ocurra con piezas de metal, y una muchacha pintará cada cosa que la rodea, para que sus recuerdos estén a salvo.

Pero cuidado, lo que sucede en la realidad no es tan maravilloso, y el tiempo se acaba.