A 50 años del golpe de Estado:
¿qué le contamos a niñas, niños y jóvenes?


por Virginia Mórtola / 27 de Junio de 2023



Ilustración: Laura Catálan. El año de los secretos, Laura Santullo (Edelvives, 2014)

Este 27 de junio de 2023, se cumplen 50 años del golpe de Estado en Uruguay. ¿Cómo contar a niños, niñas y jóvenes, sobre esos años de violencia, desapariciones y atropello a los derechos humanos? En Túquiti compartimos ideas y muchos libros, porque creemos que contar y conversar, es no dejarlos solos y los ayuda a entender su propia experiencia y la colectiva.


Este 27 de junio de 2023, se cumplen 50 años del golpe de Estado en Uruguay.

¿Cómo contar a niños, niñas y jóvenes, sobre esos años de violencia, desapariciones y atropello a los derechos humanos?

Habrá quienes creen que es mejor no exponer a niños y niñas a los males del mundo, ni a los desvíos y atrocidades que cometen algunos adultos; mejor ofrecer historias felices, amables y justas. Quizá otros piensen que es importante hablar sobre lo sucedido en el pasado cercano, contar la historia del país y de muchos seres queridos: los abuelos, padres, tíos, vecinos. Habrá, también, quienes tengan la convicción de que es necesario no olvidar, cultivar la memoria: y no sepan cómo. Es muy difícil contar una verdad tan dolorosa.

El imaginario de niños y niñas no solo tiene piratas, princesas, bosques, animales y brujas. También incluye “el primer día de clases, la religión, las sonrisas obligadas, los ahorcados, los asesinatos…”. escribe J. M. Barrie, en 1911, autor de Peter Pan , al inicio de la novela. Los niños no solo toman helados, los que pueden, también ven gente durmiendo en la calle, están en la casa mientras se escucha el informativo con las noticias policiales tan extendidas y los debates políticos; presencian las penas y los pesares que aquejan a sus padres. Son observadores atentos.

Contar y conversar, es no dejarlos solos con esa información, los ayuda a entender su propia experiencia y la colectiva.

La cuestión está en lograr equilibrios entre lo que ven, lo que escuchan y lo que contamos a conciencia. Y decidir cómo lo contamos.


Ilustración: María Wernicke, "Cuando estamos juntas" (Calibroscopio, 2020) (FCE, 2018)

Narraciones y recuerdos: la espera es un anhelo intacto y eterno



Las narraciones de nuestros recuerdos, los personales y los colectivos, son las que nos van construyendo como sujetos y como sociedad. Cuando nací parecía un renacuajo y mi papá me cantaba una canción que no recuerdo, pero recreo como si recordara porque me la contaron. La canción Tres deseos (Madreseelva, 2021), de Viviana Ruiz, empieza así de contundente: “Cuando a vos te llevaron a mí me contaron que eras un año mayor que en la foto. Me dicen que tengo la misma mirada”. Una niña construye a su papá y se construye ella, a partir de los recuerdos y las narraciones. Para ella, para muchos, la espera es un anhelo intacto y eterno. Y el desgarro infinito.

Y si veo una fuente, si se caen pestañas,

si hay algún panadero.

Y si es mi cumpleaños, y si cruzo los dedos,

si me encuentro algún trébol.

Si se cae del cielo alguna estrella fugaz,

Siempre pido que vuelvas y nunca llegás.

Graciela Montes en su artículo El golpe y los chicos (Página 12, 1996) dice al inicio: “Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria”.

Como me encanta el rastreo etimológico, fui a buscar el de la palabra “recordar”: viene del bajo latín recordari , compuesto por el prefijo re (de nuevo) y cordis (corazón), y significa: "volver a pasar por el corazón". Descubrí que hay lugares (Ecuador, México, Chile, Asturias, Colombia) en que recordar se usa, también, como “despertar”. En el origen de la palabra recuerdo están los afectos, el despertar: que no se duerma en el olvido aquello que afectó.

Una forma es crear libros, conocer los que existen y compartirlos.

Ilustración;: Sebastián Santana, Mañana viene mi tío" (FCE, 2018)

Los libros: las naranjas son ojos de pájaros escondidos



Es recién a partir de la Segunda Guerra Mundial que en la literatura infantil y juvenil surgen historias que cuentan los hechos violentos y dolorosos del pasado, para mantener la memoria, en la búsqueda de impedir que vuelvan a producirse situaciones dramáticas.

Con el transcurso de los años, han surgido libros para niños y jóvenes que abordan, desde la ficción o el texto informativo, los aconteceres de las dictaduras militares.
El primer libro que se editó aquí en Uruguay, pensado para lectores infantiles, fue un libro ilustrado: En la selva hay mucho por hacer , de Mauricio Gatti, y no pretendía ser un libro. Se trata de una historia que escribió e ilustró Gatti, a su hija Paula, desde el Centro de Instrucciones de la Marina, en 1971. Al año siguiente, se transformó en un libro, que ha tenido dos reediciones: 2000, 2012 (Editorial Nordan). Cuenta una historia donde los animales trabajan y colaboran juntos en la selva hasta que llega un cazador que encierra a muchos, se los lleva y los aleja de su hogar y sus hijos. Una alegoría protagonizada por animales con un final feliz.

Mario Benedetti le dio voz a una niña, Beatriz, en Primavera con una esquina rota (1982), y Eduardo Galeano en Memorias del fuego III , 1986, incluyó Los pájaros prohibidos:

Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreír, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.

Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.

Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:

— ¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?

La niña lo hace callar:

— Ssshhhh.

Y en secreto le explica:

— Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas.


Escondidas, silencios y secretos se multiplicaron en aquella época.

El año de los secretos , de Laura Santullo (Edelvives, 2014), es una de las novelas de escritores y escritoras nacionales que se sitúan en este momento. No son muchas, pero hay algunas, narradas desde voces infantiles que van desentrañando los aconteceres del entorno, y el lector va descubriendo junto a los protagonistas qué está sucediendo. Otras: Árboles blancos , Magdalena Helguera (Alfaguara, 2005) y Los viajes del Capitán Tortilla , de Federico Ivanier (Sm, 2011). Curiosamente, estas tres novelas son muy difíciles de encontrar. La primera no volvió a reeditarse, las otras dos fueron publicadas en Bs. As. En las tres son recuerdos de infancia los que ofrecen el escenario que se llena de preguntas, fantasía y ternura.

La novela que sí pueden encontrar es: Lugar Imposible , de Fernando Gonzales (Lacrem Delacrem, 2017), ganadora del Bartolomé Hidalgo, 2018. Narra diez días de la vida de Marina, una joven de 14 años, que recién empezó a menstruar, sus padres están separados, tiene algunos conflictos y un par de amigos: Manuel y Javier. La mirada aquí, es la de una joven, ya no una niña. Está situada en un tiempo indeterminado, muy parecido a nuestro presente, en cuanto a los desarrollos tecnológicos y sus implicancias; donde acontecen sucesos que fueron los vividos por el autor en plena dictadura.

La carta de un ausente , de Nicolás Medros, ilustrado por Federico Gallardo (Pimba estudio creativo, 2022) Apoyan Crisol y madres y familiares de detenidos desaparecidos. Es un cuento, con ilustraciones, que inicia el 27 de junio de 1973. Cuenta la historia de Ida, una niña que debe exiliarse a Estocolmo junto a su madre y su abuela luego de la desaparición de su abuelo Mario. Es una historia muy tierna que finaliza cuando Ida, a los 50 años, decide volver a Uruguay. Y allí, su tío abuelo Santiago, le da una carta escrita por su abuelo que tenía guardada. Un detalle muy bello es que el libro trae un sobre donde está la carta, amarilla y manchada por los años. Y el lector puede leerla como si fuera la nieta.

Mañana viene mi tío , (FCE, 2018) de Sebastián Santana. Este es un libro, que no tengo dudas de que será un clásico. Inicia con un niño que espera la llegada de su tío, una visita querida. ¡Genial! , dice, así le puedo pedir que me enseñe a patear penales . Sobre el fondo blanco de la doble página, tenemos a la izquierda al niño que mira la puerta que está en la página derecha. Así transcurre la espera, con las páginas pasan los años. Páginas y años, hasta que llega un final de patada karateca en la nuca. Este libro fue gestado en la Marcha del Silencio de 2011, a Sebastián Santana lo asaltó un torbellino de asociaciones e ideas, que rumoreó en silencio durante su caminata. Contundente, entrañable y necesario, doloroso como esos años; se lee en minutos y habita a los lectores para siempre.

También ilustrado por Sebastián Santana, un libro canción: Crece desde el pie , editado por Criatura, en 2017, con canción de Alfredo Zitarrosa, grabada en el disco Melodía larga (La batuta, 1984), en la versión de Martín Buscaglia.

lustración: Sebastián santana, "Crece desde el pie" (Criatura, 2017)

Desde lugares vecinos: difícil, pero necesario



La composición (Ekaré, Caracas, 2000) del escritor chileno Antonio Skármeta, con ilustraciones de Alfonso Ruano. La palabra “composición” sugiere el proceso mental de Pedro, el niño protagonista, al ir comprendiendo y componiendo, a partir de sus preguntas, los sucesos de su entorno. El narrador juega en dos registros y construye un lector implícito infantil y otro adulto. El inicio nos ubica en la intimidad de la casa de Pedro el día de su cumpleaños de nueve; pero en la ilustración no hay rastros de festejo: los padres al fondo de la imagen se ven tristes, y también Pedro. En las primeras líneas, nos proporciona información para ubicarnos: hace un mes rondan militares y, desde que llegaron, sus padres escuchan la radio; Pedro está triste porque no le regalaron la pelota de cuero que deseaba. Es un inicio de frustración y tristeza, que atrapa: los niños comprenden a Pedro, los adultos sabemos que otras cosas suceden. ¿Por qué siempre oyen esa radio llena de ruidos? pregunta Pedro, pues para él son sonidos incomprensibles. La radio y la pelota son potentes elementos simbólicos. En un partido de fútbol con sus amigos, Pedro está por meter un gol, el clímax crece hacia el gol. Y cuando se produce, nadie festeja. Skármeta nos hace caer de esa emoción brutalmente, junto a Pedro, al descubrir la presencia de los militares llevándose al papá de Daniel. La realidad de su amigo es otra: sin su padre y con las llaves del almacén familiar, es obligado a entrar en el mundo adulto prematuramente. Nos alivia que no sea nuestro protagonista quien viva este desgarro, pero sucede cerca. Pedro se pregunta ¿Qué es la dictadura? ¿Estoy en contra de la dictadura? Otro momento crucial en el libro llega cuando un militar va a la escuela y les pide que escriban una composición sobre lo que hacen en sus casas con la promesa de premios y caramelos. La presencia militar lo atemoriza y lo deja vacío ante la hoja. Las sombras se riegan por la sala. Para saber cómo resuelve Pedro la composición y qué comprendió del nuevo acontecer que lo rodea, tenemos que esperar hasta el final.

Quisiera mencionar también, dos libros con jóvenes protagonistas. Un álbum ilustrado: Cuando estamos juntas , de María Wernicke (Calibroscopio, 2020). Y una novelle ilustrada: Ese verano a oscuras (Páginas de espuma, 2019), de Mariana Enríquez, con ilustraciones de Helia Toledo. Ambos libros, con historias y estilos bien diversos, son feroces en su ternura y sólidos en su realismo.

Y, para terminar, un libro informativo: Abuelas con identidad, la historia de Abuelas de Plaza de mayo y los nietos restituidos , Carla Baredes e Ileana Loterztain, con ilustraciones de Eleonora Arroyo (iamiqué, 2012) “Este libro cuenta una parte muy sombría de la historia argentina. Al escribirlo, tuvimos sentimientos muy diferentes: tristeza, admiración, enojo, emoción, confusión, alivio e incluso, alegría. Hacerlo no fue nada fácil”.

Nada fácil, es cierto, pero necesario; porque los secretos son sombras fantasmagóricas que nos roban fragmentos propios, y no es sano esconder a los pájaros, que solo deberían ser naranjas si se trata de un juego.



Eleonora Arroyo, "Abuelas con identidad, la historia de Abuelas de Plaza de mayo y los
nietos restituidos", de Carla Baredes e Ileana Loterztain (iamiqué, 2012)