¿Esto es para niños?


por Virginia Mórtola / 23 de Marzo de 2023



Ilustración: Nikolaus Heidelbach
Ilustración: Nikolaus Heidelbach, ¿Qué hacen los niños? (Libros del zorro rojo)

La pregunta que titula esta nota —y será el punto de partida para conversar en el próximo encuentro de Túquiti—, se repite del mismo modo que el castigo de Sísifo. Una y otra vez, la piedra cae y él deberá volver a subirla. Una y otra vez, la pregunta insiste, y ensayamos respuestas.¿Qué libros podemos ofrecer a los niños? ¿Qué historias? ¿Qué estética? ¿Por qué sí? ¿Por qué no? ¿Qué pueden comprender y tolerar afectivamente?


Aprendí de Sendak, Ungerer y Gorey que en la literatura infantil no existe ninguna limitación.
Nikolaus Heidelbach


La afirmación de Nikolaus Heidelbach es contundente: ninguna limitación. Habrá quienes estén de acuerdo, quienes no, quienes se espanten, y quienes duden. Allí menciona a varios grandes de la LIJ, vamos a escuchar a Maurice Sendak en una entrevista realizada en 2012:

Pienso que cuando las personas están reseñando nuestros libros ocurre una colisión inevitable con los prejuicios concernientes a los niños. Hay toda una teoría relativa a la infancia de la cual todos parten y cuando se trata de un libro ilustrado tratan de descubrir si se han seguido las “reglas” acerca de lo que se supone es correcto y saludable para los niños. Esto entra en conflicto, todo el tiempo, con esas cosas que son misteriosas. Los niños no necesitan de un enfoque pedante de los libros. Los niños son mucho más universales en sus gustos y pueden tolerar ambigüedades, peculiaridades y cosas ilógicas. Llegan a su inconsciente y las enfrentan lo mejor que pueden. La ansiedad proviene de los adultos que sienten que el libro debe acatar un conjunto ritual de ideas acerca de la infancia, y se sienten inquietos si este acatamiento no se cumple. Un conflicto muy importante se suscita porque el artista no tiene en cuenta reglas específicas. El artista tiene que ser un poquito desconcertante, un poquito salvaje y un poquito desordenado. Este es el arte de un artista¹.


Ilustración: Maurice Sendak, La cocina de noche (Kalandraka)

Lo cierto, es que somos los adultos: escritores, ilustradores, editores, madres, padres, docentes y mediadores; los encargados de crear y acercar libros a niñas y niños. Desde su creación, en el siglo XVIII, la Literatura infantil y juvenil (desde ahora LIJ) ha ido afianzándose como un instrumento socializador de nuestra cultura. Aidan Chabers, ya en 1977, insistió en mostrar la forma en que el texto construye a su lector implícito y cómo este concepto describe la idea que tenemos de niño. El lector implícito al que le escribe Sendak no espera ser educado a través de la literatura; es desfachatado, se divierte, entiende las crueldades, puede tolerar ambigüedades, peculiaridades y cosas ilógicas, es astuto y disfruta de la literatura sin traumarse.

Pero, hay gran variedad de lectores implícitos, y sucede con frecuencia que, en los libros para niñas y niños, por ser un sector social en formación y aprendizaje, suelen aparecen restricciones de dos tipos: en primer lugar, en la manera como se presenta, caracteriza y juzga el mundo en las obras, ya que se trata de ofrecer a los lectores modelos de conducta y de interpretación social de la realidad; y en segundo lugar, en la manera como se configura el niño lector-implícito, ya que se debe atender al nivel de comprensibilidad de los textos según la competencia literaria que se le presupone².


Ilustración: Tomi Ungerer, Hombre Luna (Libros del zorro rojo))

Es imposible escapar a la ideología, aunque nos resulte cercana y, por ese motivo, se esconda en las profundidades del texto. La ideología es un inevitable, indomable y en gran parte incontrolable factor en la transacción entre los libros y los niños, y esto se debe a la multiplicidad y la diversidad de ambos “el libro” y “el niño” y el mundo social en el que cada una de estas seductoras abstracciones toma una variedad de formas individuales ³ , escribe Peter Hollindale. De hecho, los libros actuales fomentan valores diferentes a los promovidos en los años 60, cambiaron el tratamiento de los conflictos y las representaciones sociales,así como las soluciones —a través de los desenlaces— que los libros ofrecen para los conflictos. Han aparecido nuevos temas: las migraciones, la negociación entre las diferencias étnicas, culturales, religiosas, la reivindicación del derecho a la diferencia, ya sea entre individuos o sectores sociales. Estos cambios, implican una renovada construcción del lector implícito, y un deseo de que los niños y jóvenes sean conscientes de los problemas existentes. El discurso adulto parece optar por “mostrar sin traumatizar” según su concepción de la sensibilidad infantil.


Es así que, con los años, se han ido sumando capas ideológicas a esta controversia. Algunas parecen caducas, pero persisten. Otras resultan demasiado audaces. Y, siempre, vuelve la pregunta: ¿Esto es para niños?



Ilustración: Eduard Gorey, Los pequeños macabros (libros del zorro rojo)

Quizá la respuesta se encuentre en otra pregunta que requiere mantener un misterio: ¿Quién es el niño, la niña, a quien vamos a leerle?



Notas

1. Sendak, Maurice. “Revista Imaginaria”, Nº 314 (22/5/2012)
2. Colomer, T. (2009): “La formación del lector literario”, Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Barcelona; pág 137.
3. Hollindale, P. (1989): “Ideology and the Children’s Book”. En: Signal; pág 55. (Traducción de Teresa Colomer)