Los deberes del mediador

por Virginia Mórtola / 26 de diciembre de 2024

Como anunciaba en la entrada anterior sobre Los derechos del lector, de Daniel Penac , me tomé el atrevimiento de crear – inspirada en este gran escritor – Los deberes del mediador. Un decálogo para vincular libros con lectores , ilustrado por la queridísima Sabrina Pérez.




Según el diccionario, un deber es una obligación. La RAE lo define como: «Cumplir obligaciones nacidas del respeto, la gratitud u otros motivos». La etimología de la palabra proviene del latin «debēre» y éste de «dehibere» compuesto por el prefijo «de» que quiere decir «alejamiento o privación» además del verbo «habere» que significa «tener».


Niñas, niños y adolescentes tienen derecho a leer, a ser alfabetizados, a conocer diversidad de experiencias estéticas, aproximarse a mundos tan lejanos como cercanos y a imaginar universos posibles. Por eso, mediar es un deber con las infancias y adolescencias. Es un deber y un compromiso ofrecer aquello que «tenemos» –siguiendo la etimología–, ofrecer con respeto, gratitud y gratuidad. Las experiencias estéticas de calidad son necesarias para el desarrollo. Porque, como escribe Teresa Durán en Leer antes de leer (Anaya; 2002); «La infancia pasa muy deprisa y desgraciadamente no surgirá todos los días la oportunidad de regalar un libro. Merece la pena que con los pocos que posean puedan armar un universo».

«Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad». Nadie tiene poderes para pedirnos explicaciones sobre la intimidad de nuestras lecturas, es cierto. Pero, al inicio de nuestras vidas, alguien debería tener la amabilidad de ofrecernos la posibilidad de acercarnos a esa intimidad, de construir un espacio de encuentro con la experiencia lectora, y todo lo que ella implica.

Leer puede ser una tortura impuesta, un descanso elegido, una aventura asombrosa, una tarea empinada como escalar una montaña, puede provocar la emoción de una sorpresa, o todo esto junto. La posición del mediador será crucial, pues estará allí para dar la bienvenida al territorio de los libros, acercará historias, comentará las elecciones. Y, según su posición, prohibirá o habilitará, y le dedicará un tipo de mirada a las elecciones, el saber, y los deseos de niñas, niños, y jóvenes.



Los deberes del mediador



1- El deber de leer, mirar, investigar, conocer montañas y praderas de libros.


Conocer para poder ofrecer. Investigar estanterías remotas, ferias, librerías, leer portales y blog y reseñas. Hablar y compartir lecturas con otros mediadores. Lo que no se conoce no existe para nuestro mundo, y lo que no conocemos no podemos ofrecerlo. Leer, mirar, leer y mirar todo tipo de libros: poesía, novela, álbum ilustrado, libros informativos, lúdicos, interactivos. El mundo está poblado de grandes obras artísticas; es un deber conocerlas para poder compartirlas. Los seres humanos necesitamos las historias para sobrevivir. A través de las historias se abre una fisura en el tiempo que nos ayuda a sobrevivir a las incertidumbres que trae la existencia.


2- El deber de que las guías sean el afecto y el entusiasmo.


Armar una ronda, sostener un libro con el ánimo dispuesto a compartir y provocar una experiencia significativa. Ser anfitriones amorosos, propiciar un encuentro donde quienes sean parte se sepan siendo parte. Dejar salir desde el interior profundo del cuerpo las voces de todos los tiempos, para que nuestro afecto y entusiasmo afecten y entusiasmen.

3- El deber de que la selección incluya todo tipo de libros.


Suele suceder que cuando llega el momento de elegir libros para niñas y niños surgen muchas preguntas: ¿Qué libros podemos ofrecerles? ¿Qué historias? ¿Qué estética? ¿Por qué sí? ¿Por qué no? ¿Qué pueden comprender cognitivamente y qué pueden tolerar afectivamente? ¿Cuáles son los libros apropiados? Por ser un sector social en formación y aprendizaje, aparecen restricciones de dos tipos: la manera como se presenta, caracteriza y juzga el mundo en las obras; y el nivel de comprensibilidad de los textos según la competencia literaria que se le presupone a los niños. Estas cuestiones estarán en juego en el momento crucial de seleccionar y nuestras ideas, ideología e ideales se cuelan todo el tiempo en nuestras elecciones y acciones. La clave es abarcar variedades estéticas, temáticas – sin censura ni temor – , formatos; para invitar a experiencias lectoras variadas. La diversidad enriquece, amplía los horizontes y posibilita las elecciones personales

4- El deber de decir que sí a las elecciones del lector


Un lector necesita ser reconocido y valorado en sus propias elecciones. Si un niño comparte o elige un libro que no es del agrado del mediador, ya sea por considerarlo de mala calidad, panfletario, estereotipado, etc. Lo importante allí será no descalificar esa elección ¿Quiénes somos los mediadores para descalificar un gusto? Ofreceremos otros libros, sí, pero no debemos desvalorizar sus elecciones, porque eso desvaloriza al niño en sus inclinaciones, y quizá, luego, ya no elija por temor a equivocarse y quede subordinado a que alguien le digan que está «bien» leer. Y eso sería una dictadura. Que sean lectores libres y aprendan a ser críticos. No censuramos las lecturas, será mejor abrir las ventanas de las bibliotecas, llenar las aulas de libros, abrir las puertas de los roperos, los cajones, llevar valijas de opciones para ampliar el mundo.

5- El deber de no hacer del libro un instrumento útil ni sagrado


l libro no debe transformarse en un objeto sagrado, como el jarrón traído de Egipto por una tía piruca que se luce en medio de la sala bajo un séquito de luces. Intocable. Inaccesible. Lejano. Hay que poder manipular los libros, llevarlos de aquí para allá, subrayarlos, leerlos y releerlo, o abandonarlos. Los libros, no son la Biblia, el primer libro que nos dejó la idea de que la lectura es solemne, y trae una verdad intachable. Los libros son libros como los toboganes son toboganes, y no deberíamos investimos de una solemnidad que encorseta.

El deber de dejar chupar los libros a los más pequeños


¡Sí! A la boca va todo lo que a los bebés les interesa. A través de la boca, en los orígenes de nuestras vidas, se explora. Chupar un objeto significa hacerlo propio, abrazarlo, quererlo, considerarlo una compañía. ¿No es bellísimo ese gesto? A los bebés es importante dejarlos tocar, manipular, explorar. Estos primeros libros serán los iniciadores, un primer soporte para el intercambio entre niños, adultos y la comunidad.

7- El deber de que las historias provoquen sus efectos


Mientras leemos los procesos internos de niñas y niños son muy potentes. No los vemos, pero suceden. Anticipan, crean su propios finales, asocian, se identifican, se conmueven, pueden enojarse, asustarse; son arrastrados por una torbellino de afectos y procedimientos cognitivos. Los libros provocan sus efectos invisibles y es costumbre de los adultos intentar capturarlos para dar cuenta de ellos. Dejemos que sucedan, confiemos en sus efectos a posteriori. ¿Quién no recuerda un suceso recóndito de la infancia, que en su momento pareció pasar desapercibido, pero allí quedó para regresar y acompañar nuestras reflexiones? Que la escucha sea la guía, que haya lugar para el diálogo y el silencio, que sean niñas, niños y jóvenes quienes tomen la batuta al terminar la lectura.

8-El deber de promover la independencia


Allí estamos, llevando adelante nuestro deber de compartir historias y libros. Respetando a los lectores. Seremos necesarios hasta que ya no. Un día, si logramos realizar nuestra tarea sin imponer ni claudicar, siempre disponibles a escuchar, recomendar, ofrecer o leer: un día, ya no seremos necesarios. Y será una victoria haber propiciado la independencia.

9- El deber de hacer que su tarea no sea un deber


Y claro, si el mediador es un apasionado de la lectura, llevará esa emoción. Y su entusiasmo impregnará las páginas de vida. Tendrá montañas y praderas de libros por los que él mismo viajará antes de extender su mano y su voz para salir de expedición con todos sus invitados.

10- El deber de respetar los derechos del lector de Daniel Penac.


Fundamental. Inspirada en sus derechos del lector, escribí estos deberes. Como un posible diálogo que nos oriente en la amorosa tarea de ofrecer nuestro tiempo, presentar el mundo, introducirnos en la cultura, y compartir afecto a través de los libros. El QR los llevará a la nota anterior, dedicada a los derechos del lector de Daniel Penac.